Por fin ha pasado. Sin testigos que se pudiesen avergonzar, algún día de este mayo o del pasado abril se hundió el techo de la iglesia de San Miguel de Otal, ubicada en el pueblo deshabitado, que no abandonado, del mismo nombre. Ningún pueblo de Aragón está abandonado, ya que siempre alguien los visita, y muchos más se acuerdan de ellos.
Otal, en el municipio de Broto, se quedó sin habitantes en 1970 y alberga un iglesia de estilo mozárabe serrablés del siglo X, que ya en 1982 fue restaurada por la Asociación de Amigos del Serrablo, quienes la salvaron entonces de una muerte segura. Desde entonces muchas son las voces que han reclamado, sin éxito, su restauración
Aunque pienso que dentro de lo malo, el hecho de que solo se haya hundido la cubierta de la iglesia, ahora en primavera y con el verano por delante, puede ser un acicate para que alguien con un mínimo de sensibilidad decida que ya es hora de restaurar esta emblemática iglesia, de no ser así, no tienen sentido las administraciones y entidades que se dedican a la protección del Patrimonio.


