martes, 25 de diciembre de 2012

POR EL OJALA


Foto  de las Tres Sorores el 25 de agosto, tomada por Tere 
Si Tere consiguió  ver a Gilillo en esta foto, como no iba a ser capaz de organizar la que lió el 22 de diciembre en el Arena Rock.

Desde que se fué Gilillo, en interminables conversaciones telefónicas, a las que no me atrevía a poner fin, me comentó su intención de organizar un concierto homenaje juntando a grupos y músicos con los que en algún momento había tenido alguna relación. Con ánimo decidido pero a la vez, dando a entender que le gustaba contar con la familia, la idea no paraba de darle vueltas por su cabeza. Boltaña, Ainsa, Nerín y no sé cuantos otros lugares se propusieron como escenarios para el homenaje

Una vez que este verano sus cenizas estuvieron en Monte Perdido, Tere consideró que el momento había llegado y, como buena trabajadora social, se marcó un objetivo, unos medios, unos recursos humanos y se lanzó a ejecutar su proyecto, sola o con los que la quisieron acompañar.



Por el ojalá, como decía Gilillo, grito de esperanza y ánimo.


Por suerte, ha sido muchos los que la han acompañado en este proyecto y cada uno como mejor lo sabe hacer, con la música, han dado su homenaje a Gilillo y a ese tal Julio Pina, que debió ser un pinta similar, tal y como los recuerda  Dani,  en una canción que compuso especialmente para este acontecimiento.

Tere (primer plano) y las chicas de Veneno Bueno
No pretendo hacer una crónica del homenaje. No citaré a grupos por que seguro que me dejo alguno y además creo que tampoco los conozco. Había mucha gente, pocos jóvenes, solo algún hijo de los asistentes,  (Lucía aguantó hasta el final) empeñados en que sus hijos conozcan el rock auténtico, el que se hace en locales en los que dificilmente se paga el alquiler, con instrumentos adquiridos con esfuerzo y con músicos que no se ganarán la vida con la música, pero que la música les proporciona una nueva  familia. Música que es más que la mierda que las listas de las radios y el negocio se empeñan que te tienen que gustar y te hacen almacenar en los smartphones a saco para estar en la onda. Es su forma de vivir y entender la vida. Creo que esto es lo no llegué a entender de Gilillo
Sebi, de Samper de Trillo, le dedicó unas palabras
 No soy rockero, Gilillo se encargó de que no lo fuera, pero por ello no dejo de reconocer la integridad y valor de gente como Mariano Casanova, Joaquín Martín, Quique, Alberto y tantos otros, para dedicarse en cuerpo y alma a lo que les gusta.
Supervivientes del REKIEM
Mariano. D-14
Imagino que la mayor parte de de los componentes de los grupos que por allí desfilaron han tenido que reconvertirse y llevar una vida más o menos ordenada y tradicional (la propia Tere es funcionaria), ya que la música, vivida como la pretendían hace 15  o 20 años  estos destalentaos  que pasaron por el Arena Rock, no da para comer ni para pagar la hipoteca


Mi  única decepción: que no sonará la canción El Lago de Cristal, compuesta por Distrito14 y dedicada a él y que como ya comenté, la escuchamos  en el Lago Helado a 3000 mts antes de depositar las cenizas de Gilillo en el Monte Perdido.

De todo el homenaje, me quedo con la canción que  Dani (Daniel Cortés), les compuso a Gilillo y al tal Julio  y que os transcribo a continuación (le cogí el texto del atril una vez que acabó). Dani, no te la pienso devolver...

Que triste está la luna
que triste que está hoy el sol
Dani
huele a alcohol en las aceras
y a ginebra el corazón.
Despedida anticipada
del amo del rock and roll
congelaste Zaragoza
cuando nos dijiste adiós.

Que cierren todos los bares
que se encienda una ilusión
que repartan bofetadas
para el que nunca riñó
que se apaguen las farolas
de la desesperación
que rieguen todo con whisqui
y si llueve que sea ron.

DONDE VAIS CON ESE PANTALON ROTO
LOS DOS VESTIDOS DE NEGRO
DONDE VAIS CON ESOS PELO CAGONDIOS
Y CON SEMEJANTE PEDO
DONDE VAIS CON ESE ENORME CORAZÓN
CON ESOS VAQUEROS PRIETOS
DONDA VAIS OLIENDO A RON
MAS QUE EL COPON
LOS DOS JUNTOS POR EL CIELO
LOS DOS DE BOLO EN EL CIELO

El Gilillo se ha comprao un bajo último modelo
el abuelo la ha cagao al echarse parches nuevos
Vaya mierda de local que os dejaron en el cielo
os quejasteis de la pasta que os costaba el del infierno
El bajo de Gilillo

Que habeis cambiao de guitarra
comentaban en el sol
que sonais de puta madre
este año vas de destroy
que habeis hecho poster nuevo
que hay conciertos a montón
que seguis de puta madre
y que estais juntos los dos.

DONDE VAIS CON ESE PANTALON ROTO
LOS DOS VESTIDOS DE NEGRO
DONDE VAIS CON ESOS PELO CAGONDIOS
Y CON SEMEJANTE PEDO
DONDE VAIS CON ESE ENORME CORAZÓN
CON ESOS VAQUEROS PRIETOS
DONDA VAIS OLIENDO A RON
MAS QUE EL COPON
LOS DOS JUNTOS POR EL CIELO
LOS DOS DE BOLO EN EL CIELO


Gilillo y su bajo

lunes, 10 de diciembre de 2012

11 de diciembre de 1987



En este lugar, a la misma hora en que se ha hecho la foto, pero 31 años antes.
Mas que el ruido, fue la onda expansiva la que nos sacó literalmente a toda la familia de la cama. Mi padre, sin siquiera asomarse a la ventana intuyó lo que acababa de pasar. En pijama, con una cazadora de la época estilo aviador y las zapatillas de felpa, me lancé a la calle con la cámara de fotos, una Olympus que aún conservo.  Mi casa en la calle Caracoles, estaba situada a unos 150 mts. lineales del cuartel y no sufrió más daño que la rotura del cristal del portal, ya que se encontraba protegida por otros edificios.  Cuando me encaminé por la calle José Oto en dirección al cuartel, el espectáculo cambió radicalmente: todo el suelo estaba lleno de cristales, aluminio de los cerramientos, macetas, ropa, cortinas y objetos de todo tipo. El ambiente sonoro era una mezcla de llantos, gritos de dolor y desesperación y rabia mucha rabia, puesto que todos los que estábamos en la calle o asomados a las ventanas eramos conscientes de lo que había ocurrido. Si alguien preguntaba que había pasado, la respuesta era unánime: ¡ El cuartel, han volado el cuartel ! Las alarmas de todos los coches, suplían la ausencia de sirenas de ambulancias y policia.

Muy poco me costó llegar al callejón entre la lechera y la fábrica de aceites, por donde hacía muy poco tiempo había huido el asesino, y encontrarme en una nube de humo, polvo y niebla junto con otras tres o cuatro personas más que no acertábamos a actuar de una manera coherente. Recuerdo un intenso, muy intenso olor a neumático quemado. Ante mí,  ruinas polvorientas y humeantes bajo las cuales intuía que había personas. Enseguida empezaron a llegar policías, bomberos, sanitarios y me alejé de allí, sin mover una sola piedra, sin hacer nada, ni tan siquiera una fotografía.

Esta foto la hice después, creo que la misma tarde del día 11
Me acordé de mi amigo Carlos Grasa, que vivía justo enfrente del cuartel. Subí a su casa andando, puesto que los ascensores estaban estropeados por la explosión. La subida hasta su vivienda fue terrible. Toda la escalera estaba llena de gente sangrando, gritando de rabia, gritando de miedo, llorando, maldiciendo, buscando a los restantes miembros de su familia. Todas las puertas estaban abiertas, mejor dicho, desencajadas, los techos de escayola por el suelo y ninguna ventana con cristales; con la niebla, el humo y el polvo del cuartel mezclándose con el polvo y ruido de los destrozos de la propia escalera. Al llegar a su casa,  Carlos me recibió en pijama, al igual que su madre. No tenían ninguna  herida, pero en la habitación de Carlos nada estaba en su sitio. Todos los libros , estanterías y armarios estaban en suelo o por encima de la cama. Milagrosamente mi amigo solo recibió el golpe, siempre cariñoso, de algún libro. Carlos opinaba, al igual que mi hermano que lo más seguro es que fuera  un posible polvorín o arsenal del cuartel lo que había estallado. Después de esto creo que volví a mi casa, donde mi hermano Angel, dentro de su retórica antisistema, volvió a exponer su teoría del polvorín. Creo que le dí una muy mala contestación. Tampoco había otra.


Esa mañana para ir a mi trabajo en la Pza. de Santa Cruz, creo que dí una vuelta muy grande para no pasar por la avenida de Cataluña, aunque sí recuerdo haber visto el motor del R-18 cerca de una acera de esta avenida.


A mediodía vino a comer a casa Carmelo, su mujer y sus dos hijos, uno de ellos compañero de clase de mi hermano Miguel. Carmelo era el guardia civil de puertas que dió el relevo a su compañero, minutos antes de la explosión. Vivía  en la avenida de Cataluña,  a escasos 50 mts del propio cuartel. Justo al cerrar la puerta de su casa sonó la explosión, que la dejó  destrozada. Como también lo dejó destrozado a él a su mujer y sus dos hijos


Hacia un tiempo que se había librado milagrosamente del atentado de San Juan de los Panetes. 

Fue una comida en silencio, con una sopa caliente acompañada de muchas lágrimas.

Todas las mañanas, cuando abro la ventana de mi habitación, veo el monumento que se levanta en la actual plaza de la Esperanza en recuerdo de aquellas víctimas. Evidentemente, nunca podré olvidar aquel 11 de diciembre.                                                         Tampoco quiero olvidar.