lunes, 5 de noviembre de 2012

MONTE PERDIDO

El sol intenta iluminar, sin éxito, el cañón de Añisclo
El pasado 25 de agosto realicé una excursión a Monte Perdido programada con siete años de antelación. Los que separan la muerte de mi hermano Angelito, Gilillo, y la fecha en la que por fin pude dar cumplimiento a sus deseos de descansar en las alturas del Sobrarbe. 
El Perdido, y sus acompañantes Cilindro y Pico Añisclo

Carlos, Juan y Elena. Raquel hace la foto
Con senda muy marcada, la subida de la Escupidera

Pese al empeño sincero de muchos en acompañarle en este último viaje,  al final subí acompañado únicamente de Juan, su hija Elena y Raquel, compañeros míos de trabajo que no le conocieron. Dos ascensiones previas a Monte Perdido en 2007 y 2011 y otra al Pico Añisclo y Punta de las Olas en 2008 me prepararon para esta ascensión especial. 


No podía fallar, como le fallé tantas veces en vida. No, ahora no; era su último deseo, y a pesar de que mis padres actuaron como mejor consideraban; funerales, misas in memoriam, nicho, cruces y oraciones no debieron agradar mucho a un espíritu libre que en su momento ejerció la apostasía.

Ya me resulta familiar el recorrido.  La primera vez que  subí todo era nuevo, sorprendente, más empinado,  agotador. Las dos veces siguientes me añado la sobrecarga, de que a mis acompañantes les resulte agradable la andada, que disfruten del paisaje, que no haya nubes, que no haga demasiado sol, que haya agua ¡¡¡como si yo fuera el responsable de todo eso!!!!





Pero la Escupidera siempre me despierta la misma sensación de abandono, de renuncia a continuar, pero la acabas sufriendo y venciendo para obtener una vez en la antecima la sensación de potencia inagotable. Los últimos metros antes de la cima los haces en un estado próximo a la embriaguez, sin dolor, sin cansancio. La cima lo merece.



Antes de acometer este  último esfuerzo sonó la canción El lago de Cristal, compuesta por Mariano Casanova (Distrito 14) pensando en Gilillo, una vez fallecido. La canción me hizo descender el ánimo, de golpe,  los 3.000 mts, que ya llevaba encima. 


Glaciar de Monte Perdido. Abajo el  Balcón de Pineta


Tras un paréntesis inenarrable de 45 minutos, se llega a la antecima, y como ya he dicho antes, el último tramo se hace solo. La cumbre, la cima, arriba, o como lo quieras llamar solo se entiende para el que sube.  Pocos montañeros saben explicar porque suben montañas y las sensaciones que se experimentan. Alguien dijo, que subía montañas porque estaban ahí.


Vista Este-Sur-Oeste

Vista Norte-Este
Vista Oeste-Norte-Este


Vista Este-Sur-Oeste


Las vistas desde la cumbre pueden ayudas a entender esa sensación. 
Las fotos, por desgracia, no.


Estas fotos las hice todas con el télefono  móvil. En esta ocasión no me apetecía la sobrecarga de los 2 kilos de cámara y objetivos











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